Tiempo de reflexión y cuentas nacionales
Sube el PIB, baja la renta per cápita: somos más, y más pobres.
Nos acercamos a las fechas tradicionales para esa reflexión que suele llevarnos a los famosos propósitos de año nuevo. Ese momento en el que paramos, respiramos, y dejamos atrás algunas cosas que, vistas con perspectiva, no eran tan urgentes, buenas o sanas, y buscamos objetivos mejores para el año que viene. O al menos pasamos un buen rato con amigos y familia, que tampoco sobra.
Estamos viviendo un fin de ciclo político. Por mucho ruido mediático, muchas campañas de revival de los 70 con la cara de Franco y muchos apretones de filas que organicen, la capacidad de legislar del gobierno actual es tan frágil como la situación procesal de su presidente. Nuestro sistema político está montado de tal manera que lo único que puede derribar a Sánchez es la vergüenza torera de sus socios, o la suya si la encuentra. Pero su empeño en legislar mal y por decreto ley tiene consecuencias cada vez más visibles y respuestas cada vez más audibles. Puede arrastrar la agonía, pero es lo que es.
No es mal momento, entonces, para entender porqué hay que cambiar de gobernante y también de agenda. No es simplemente porque legisle mal, porque pacte con golpistas o porque mienta. Es porque está causando daños serios. Bajo toda esa propaganda de “el mayor crecimiento de la UE” hay algo mucho peor que una mentira.
Lo que crece es el Producto Interior Bruto (PIB, la suma de lo que ganamos todos, de un modo u otro). Lo que no crece, y se olvidan de contarnos, es lo que gana cada uno, el PIB per cápita o por habitante: desde 2019 hasta 2023 ha subido un 0,1%. Hasta Italia ha logrado casi un 5%.
Para entender ésto, imaginemos una familia en la que ambos trabajan, y ganan en total 60.000 euros año (el “PIB” serían 60.000, el “PIB per cápita” serían 30.000). Ahora imaginemos que a ese hogar se suma un abuelo con pensión no contributiva mínima (7.250 euros año). El PIB ha subido a 67.250, pero per cápita ha bajado: ahora sólo tienen 22.417 euros para cada uno. Un 25% menos.
Si vemos el detalle del crecimiento del que presume Sánchez, y le restamos la inflación, veremos que este año, en todas las industrias, ha bajado (se gana menos) salvo ligeramente en la agricultura… y que ha subido el PIB de la administración pública. El “crecimiento” son pagos públicos, ya sean sueldos, pensiones, o ayudas. El resto ha caído. Y el PIB per cápita, calculado a precios constantes o no, ha caído. Fuente: https://es.tradingeconomics.com/spain/gdp-per-capita-ppp
¿Cómo “sube” entonces? Añadiendo “abuelos”. Los habitantes totales de España ganamos más porque hay más habitantes cobrando, aunque sólo crezcan las prestaciones sociales. En resumen, es el aumento de gasto derivado de la inmigración. Y como dicen los números, ese aumento no se está traduciendo en crecimiento del PIB de industria, construcción o servicios.
Sobre el papel (del Ministerio de Interior) hablamos de 42.231 inmigrantes irregulares sólo desde Enero a Septiembre. Un 59,1% más que en el mismo periodo del año pasado.
Las personas que llegan en patera (a diferencia de los inmigrantes cualificados) no sólo no nos van a pagar las pensiones: van a seguir cobrando más de lo que aportan toda su vida, en forma de sanidad pública, educación, servicios sociales. Les vamos a pagar la pensión a ellos.
Hace unos meses escribí que para que una persona cubra su parte del gasto público tiene que ganar por encima de 36.000 euros (https://www.tocandocampanas.org/p/si-no-ganas-36781-euros-al-ano-no). Es una simplificación pero es cierto. Cuando se nos dice que las pateras traen a quienes pagarán las pensiones, mienten. Las personas que llegan en patera (a diferencia de los inmigrantes cualificados que llegan en avión desde, digamos, Venezuela o Rumanía) tienen una probabilidad muy baja de generar esos ingresos, sencillamente porque carecen de la formación y herramientas para alcanzar los puestos de trabajo donde se cobran. No sólo no nos van a pagar las pensiones: van a seguir cobrando más de lo que aportan toda su vida, en forma de sanidad pública, educación, servicios sociales. Les vamos a pagar la pensión a ellos.
En la medida en que cobran, hacen “subir” el PIB, pero no la riqueza de los españoles; en la medida en que lo pagamos entre todos los que producimos (la deuda se paga) reduce los servicios públicos disponibles por cabeza. Hay menos dinero para cada uno.
Esto supone menos dinero por persona para sanidad y educación. Supone menos medios para la justicia. Supone menos servicios sociales. Supone menos vivienda pública. Y supone mucho menos dinero para inversiones en infraestructura, del tipo que llevan años congeladas. Del tipo necesario para que los trenes lleguen a tiempo. Del tipo necesario para encauzar ríos y salvar vidas.
Hay menos dinero para cada uno. Esto supone menos dinero por persona para sanidad y educación. Supone menos medios para la justicia. Supone menos servicios sociales. Supone menos vivienda pública. Y supone mucho menos dinero para inversiones en infraestructura, del tipo necesario para encauzar ríos y salvar vidas.
No estamos cumpliendo la ley vigente. No se construyen los grandes centros de tramitación de asilo que exige Europa y requiere el número de irregulares. No se expulsa a los que la justicia decide repatriar. Estamos tirando dinero descontrolado a una estructura improvisada de acogida que no garantiza nada, que sirve para ignorar de facto la ley, que sobrecarga nuestro Estado del Bienestar, con la mala excusa de que lo necesitamos para “pagar pensiones”. Y ni siquiera es verdad.
El deseo de ayudar a quien lo necesita es admirable. Pero se está haciendo muy mal, y las cosas mal hechas tienen consecuencias. Ahora que se aproxima el cambio de ciclo es importante que no asumamos estas políticas por simple inercia, por creer que no hay opciones, o por miedo a las etiquetas.
Y también es importante tener claro que dejar de maquillar las cuentas no es suficiente para crecer, crear oportunidades, recuperar poder adquisitivo, y construir un país donde el Estado de Derecho ( que garantice unos medios independientes, la separación de poderes, o derechos tan básicos como la libertad de opinión en Alsasua o de educación en lengua materna en Baleares) no dependa de la conveniencia del gobernante. Para todo eso hace falta un programa que lo ofrezca, y un electorado que lo exija.
Es importante que saquemos el partidismo del debate y veamos el estado real de la economía, y las consecuencias de las políticas en curso. Y que el año que viene, o cuando el hormigón armado del rostro de Sánchez finalmente se desmorone, tomemos un camino de análisis y reforma basado en datos, no en slogans.
Mientras tanto, que aproveche el turrón.
Imagen generada con IA usando Bing.