El juego de los dados, asociado a la suerte, se asemeja a las luchas geopolíticas, asociado a las luchas de poder: siempre hay ganadores y perdedores; así a lo largo de la Historia humana. Los hechos y la sucesión de consecuencias no previstas para la vida, el poder territorial, el control de los recursos y, en definitiva, el azaroso devenir de la civilización humana en el juego ciego de los intereses del poder hegemónico. Tenemos experiencia vital del cambio en la sucesión de los acontecimientos, especialmente cuando miramos hacia atrás, pero invariablemente el normal fluir de la cotidianidad es alterado por liderazgos, hechos y significados que cambian para siempre las condiciones de vida. Son los cambios históricos cuyos efectos a corto y largo plazo alteran la seguridad y la vida al cambiar las reglas de juego y los valores. Ejemplos recientes los tenemos en las dos guerras mundiales con epicentro en Europa.
Parece que estamos asistiendo a uno de esos cambios, aunque es difícil predecir su alcance y consecuencias. Cojamos perspectiva y miremos algunos hechos que afectan al orden global.
La caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS en las décadas finales del siglo XX daban por periclitado en orden creado después de la II Guerra Mundial: la hegemonía Occidental de EE. UU en "guerra fría" con la URSS en una carrera nuclear de destrucción mutua garantizada.
Las primeras décadas del siglo XXI muestran un nuevo escenario global caracterizado por las luchas de hegemonía planetaria con dos grandes potencias: un imperio emergente, China, cuestiona la hegemonía de EE. UU que se revuelve. Los primeros avances del "Trumpismo" apuntan a romper la alianza entre China y Rusia, cimentada por el papel de Occidente (los EE. UU de Biden y Europa) en la guerra de Putin contra Ucrania, también en la importación rusa de productos chinos que representan el 59,5% de sus importaciones (2023).
Trump no lo ha dudado: Putin ha sido respaldado y su guerra contra Ucrania validada en la cumbre de Riad (Arabia Saudita) entre EE. UU y Rusia. El nuevo orden global de Trump frente a China comporta rehabilitar a Putin, pese al Derecho internacional y al Tribunal Penal Internacional. La Federación rusa es un gigante territorial (17,1 millones de Km2) y demográfico (143,8 millones de habitantes) con bajo desarrollo económico en PIB y PIB per cápita, pero con recursos naturales cuantiosos, poderío nuclear y posición en el Pacífico, Ártico, Báltico-Atlántico (corredor de Kaliningrado) y Mediterráneo a través del Mar Negro. Además, puede ser un aliado en Oriente Próximo frente al poder regional de los ayatolás que financia a los grupos terroristas contrarios al Estado de Israel. Una Europa débil y dependiente interesa a los planes de Trump y Putin; para Trump, un mercado sometido y para Putin, la seguridad del flanco oeste de Rusia. Ucrania y Zelensky deben ser sacrificados, así como la pretensión de Europa de expandirse al Este después de "contaminar" de modernidad a sectores sociales de Ucrania. Aviso de navegantes para las repúblicas bálticas y países europeos fronterizos con Rusia.
Este giro estratégico de Trump descoloca a la UE. La cumbre de Macron con lideres europeos expresa tanto la debilidad como la falta de visión de la UE y del RU. Hay que estar atentos a la evolución interna del Trumpismo (el carácter autoritario, los errores, la oposición... hay elecciones en dos años, midterm elecction) y la externa en la configuración de un nuevo orden mundial del poder con el juego de las alianzas de intereses cruzados. Juego peligroso para Europa que puede acabar en colonia de unos u otros, pues ha sido incapaz durante décadas de emanciparse del protectorado americano. El MAGA presenta un componente de expansión imperial verbalizado por Trump: quiere Groenlandia en su ambición por controlar el Ártico y Atlántico Norte, quiere integrar a Canadá como un estado más de USA, quiere controlar el canal de Panamá para hacer frente a la influencia y penetración de China en Iberoamérica que alimenta las dictaduras comunistas caribeñas (Cuba, Nicaragua, Venezuela...)
El punto de mira está en el control de centro África donde China ha superado a Francia como principal socio comercial por encima de EE.UU y Reino Unido, pero sobre todo en el Indo-Pacífico, extensa área de creciente presencia comercial y control militar del comunismo chino y sus alianzas con Corea del Norte y Vietnam. En la balanza está la absorción de Taiwán por el imperialismo chino y la influencia de los imperios, norteamericano y chino, en Japón, Australia, Nueva Zelanda y en los países de la ASEAN (Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia, Myanmar y Camboya, con más de 4,5 millones de Km2 y una población superior de 665 millones de habitantes). La voluntad china de expandir su poder en el Mar de China Meridional afecta de lleno a Brunéi, Filipinas, Indonesia, Malasia y Vietnam, cuya posición es formalmente neutral sin comprometerse con ninguno de los imperios. Aunque Indonesia, país más poderoso de la ASEAN, está impulsando su poder militar con apoyo de EE. UU con acuerdo de asociación estratégica y ejercicios militares conjuntos. EE. UU prioriza los lazos estratégicos con Indonesia e India, democracia del Indico con 1.438 millones de habitantes.
La pax americana de Trump con la Rusia de Putin sitúan a Europa en segundo plano entre los dos imperios. Se lo ha buscado, porque en el siglo XX se entregó a dos ideologías tóxicas, nacionalismo y comunismo, contrarias a la libertad. Europa destruyó su potencial civilizatorio en dos guerras civiles desgarradoras que la sometieron a los dos imperios del momento: el norteamericano al Oeste y la URSS al Este. La UE posterior se ha ido ampliando hasta los 27 países actuales con 4 millones de Km2 y 448 millones de habitantes (5,6% de la población mundial). Tiene un PIB de 17 billones de euros, exporta productos manufacturados y servicios que representa el 14% del comercio mundial de mercancías. EE. UU es nuestro mayor comprador y China nuestro mayor proveedor de bienes. La UE en el nuevo orden planetario que se perfila puede tener un papel global, sólo si es independiente, segura y competitiva con voluntad de liderazgo. Por ahora está lejos de este horizonte.
La ejecutoria de Trump en su incipiente segundo mandato rompe con la situación anterior. Se abre un periodo nuevo que activa fuerzas opuestas. Los dados están echados, en su expresión latina “Alea iacta est”, o la suerte está echada, atribuida a César por Suetonio en La Vida de los 12 césares. Viene a expresar el riesgo que se asume por las consecuencias imprevisibles por los propios actos cuando rompen con la situación anterior, sin retorno: “todavía podemos retroceder, pero si cruzamos este puentecillo, todo habrán de decirlo las armas”. Así se expresa César y rompe la orden del Senado al cruzar con el ejército el riachuelo Rubicón, al norte de Roma: “Marchemos a donde nos llaman los signos de los dioses y la iniquidad de los enemigos”.
La lucha entre una potencia hegemónica en declive (USA) y otra en ascenso (China) en potencia económica, militar y tecnológica activa lo que se conoce como la trampa de Tucídides o guerra de competencia hegemónica entre dos potencias. Este concepto se inspira en la Historia de la Guerra del Peloponeso de este historiador griego del siglo V a.C. Fue testigo y narrador de la destrucción de la democracia ateniense por la lucha entre dos imperios comerciales con regímenes políticos opuestos: la alianza ática, liderada por Atenas y la del Peloponeso, liderada por Esparta. Ésta ganó y Atenas fue destruida. La Ucrania de hoy se asemeja a la Corcira de entonces que activó la guerra de las alianzas. ¿EE. UU y China serán capaces de escapar de la trampa de Tucídides?