Willi Münzenberg fue el espía y propagandista de Stalin en Europa y América que creó una amplia red durante los años 20 y 30 del pasado siglo. Fue uno de los fundadores de la Internacional comunista y “un protagonista secreto de la política del siglo XX” en palabras de Stephen Koch, autor de “El Fin de la Inocencia.” Su capacidad de organización le permitió construir una amplia red de intelectuales occidentales que dirigidos por él y por los servicios secretos de la NKDV apoyaron la política soviética, especialmente en la construcción y vigencia de los Frentes Populares.
El Séptimo Congreso de la Tercera Internacional comunista de 1935 decidió un cambio de estrategia. Hasta ese momento los comunistas de la Kominterm habían adoptado una política de confrontación con los socialistas, a los que calificaban de “socialfascistas.” A partir del VII Congreso celebrado en Moscú se apostó por los pactos con socialistas y otros partidos para constituir un frente contra el ascenso del fascismo que ya había alcanzado el poder en Italia en la década anterior y en Alemania en 1933.
El fascismo representaba una amenaza no sólo para los comunistas sino también para los socialistas, liberales y demócratas en general. Los estalinistas aprovecharon esta amenaza a su favor para reunir los frentes populares antifascistas.
Los comunistas de la Kominterm, y esa es una pata de la gran mentira, disfrazaron sus objetivos últimos de creación de un sistema totalitario de partido único, participando en las democracias liberales y simulando comprometerse con la lucha por las libertades y los derechos humanos. Pero los objetivos de Stalin eran meramente estratégicos: Buscaba constituir Gobiernos aliados que le protegieran de la amenaza de Hitler, con una red internacional de apoyo. La nueva política tuvo su plasmación práctica en la formación del Frente Popular de León Blum en Francia y de Largo Caballero en España, ambos en 1936.
Este cambio de estrategia exigía una nueva narrativa y Willi Münzenberg fue quien la diseñó y propagó con gran éxito entre la intelectualidad occidental. El conocido como “el millonario rojo”, con dinero del Gobierno ruso, (Sean Mc Meekin tiene publicado un documentado trabajo sobre su figura precisamente con ese título) o “el rey de la propaganda comunista” empleó sofisticadas tácticas de desinformación para promover entre los intelectuales la agenda política soviética en el periodo de entreguerras. Este ingente esfuerzo propagandístico es la segunda pata sobre la que se asienta la gran mentira comunista de aquella época.
Münzenberg creó, con fondos rusos, numerosas publicaciones, promovió películas, agencias de prensa, organizaciones como la Liga Contra el imperialismo o el Comité de ayuda a las Víctimas del Fascismo que, bajo la apariencia de entidades independientes, atrajeron a intelectuales de izquierda, quienes en muchos de los casos no fueron conscientes de servir a los intereses de Moscú, y a otros que aun siendo conscientes de ello, habían idealizado el modelo comunista. Intelectuales como André Gide, Sartre, Neruda, Louis Aragón, Picasso, Boris Pasterenac, Maximo Gorki, Arthur Koestler, Bertolt Brecht, André Malroux, Victor Serge, Ernest Heminway o Dos Passos forman parte de la extensa nómina de Münzenberg. El rey de la propaganda estalinista en Occidente reunió en 1935 en Paris a muchos de estos intelectuales en el Congreso Mundial en Defensa de la Cultura.
Las peripecias vitales de todos ellos y la del propio espía ruso han quedado minuciosamente recogidas por el historiador canadiense Stephen Koch en “El Fin de la Inocencia.”
Muchos de estos intelectuales, a los que Müzenberg calificó como “clubes de inocentes”, fueron purgados durante el periodo del Terror de Stalin. Otros visitaron Rusia, como en el caso de Gide o Koestler, y vieron cómo el ideal comunista se les venía abajo al comprobar que la narrativa de libertad pregonada por los Frentes Populares no se correspondía con la realidad de dictadura, de estado policial, persecuciones , pobreza y la creación de una nueva clase de privilegiados en torno al poder del Partido. Gide escribió “Regreso de la URSS”. Los testimonios de estos desengaños de la intelectualidad captada por Müngenberg han sido recogidos en el “El Dios que fracasó” con un magnifico prólogo de Félix de Azua. Todos ellos fueron auténticos creyentes, “gente que soñaba con un nuevo humanismo socialista”, imbuidos por lo que Koch denomina “la Política del Bien” o lo que hoy conocemos como buenismo. Willi Müzenberg fue un genio creando la agenda cultural del bien al servicio de Stalin.
Los Frentes Populares fueron un mero instrumento en manos de Stalin para su política. Mientras miles de personas, muchos de ellos comunistas, morían en la Guerra Civil española, Stalin negociaba en secreto con Hitler lo que en 1939 se convertirá en el Pacto Molotov-Ribbentrop.
Este pacto supuso un duro golpe para la credibilidad de quienes habían apoyado los Frentes Populares. Gide y Koestler renunciaron a su credo comunista. Neruda y Sartre lo justificaron por razones estratégicas, lo mismo que hizo Pasionaria poco después de terminada la Guerra Civil cuando necesitaba asegurarse una vida placentera en Moscú. Louis Aragón y Brecht se mantuvieron leales a la ortodoxia del Partido.
En la obra “El Fin de la Inocencia.” Koch recoge información extraída de los archivos del Kominterm, de entrevistas personales con los protagonistas y del análisis de las cartas y conversaciones referidas que mantuvieron entre ellos. El historiador norteamericano se ocupa de la figura de Müngenberg al que ya en 1921 Lenin había encargado misiones en el campo de la propaganda dentro de los servicios secretos.
Pero el trabajo de Koch va más allá. Recoge en un amplio capítulo el Frente Popular y la Guerra Civil española. De ello hablaremos en una próxima entrega.
(CONTINUARÁ)