41º Congreso del PSOE: sonrisas impostadas para ocultar desesperación
Los paralelos entre el último gran espectáculo de Goebbels, hoy en cines, y la escenificación de Sánchez en Sevilla, son evidentes.
Cuando el ejército alemán estaba a punto de perder la batalla de Stalingrado, el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels ideó una gran movilización para conseguir el reclutamiento de dos millones de compatriotas, incluidos mayores y adolescentes. Reunió a un gran número de ellos el 18 de Febrero de 1943 en el Palacio de Deportes de Berlín. Fue uno de los actos de propaganda más importantes de la guerra a cargo del propio Goebbels. Asistieron alrededor de 16.000 miembros del partido nazi, cuidadosamente seleccionados, fervientes y entusiastas. El acto fue minuciosamente programado para conseguir el climax que hiciera posible, por irradiación del aparato de propaganda nazi, la Guerra Total. “Guerra total, guerra más corta,” rezaba un gran cartel.
La elección de un público ideológicamente homogéneo, el lenguaje emotivo de larga duración, la creación previa de un enemigo común: los judíos y bolcheviques, los efectos acústicos y un decorado recargado de simbología nazi, unido todo ello al emocional e incendiario discurso de Goebbels, creó un clima de delirio que los medios de propaganda, a través de periódicos, radio y cine difundieron a todo el cuerpo social alemán. El régimen nazi había silenciado los medios hostiles y la población terminó aceptando que lo que decía Hitler tenía el refrendo total del pueblo alemán.
Este episodio se refleja en la película “El Ministro de Propaganda“ que se proyecta actualmente en cines.
No se si por casualidad o causalidad, por coincidencia en el tiempo o por lo emocionalmente abigarrado de ambos ambientes, no he podido por menos que ver similitudes entre este acto y el Congreso que el PSOE ha celebrado este fin de semana en Sevilla. Me dirán, y con razón, que es exagerado hacer semejante comparación entre el régimen nazi y un congreso partidario en una democracia del siglo XXI. Dos cuadros de distinta época y con distinta temática pero pintados con la misma técnica y estilo. Es cierto que la distancia es inmensa, pero no por ello deja de ser cierta la coincidencia de distintos aspectos en materia de técnicas propagandísticas.
Tanto Hitler como Sánchez se enfrentaban a situaciones difíciles, uno en la guerra, el segundo en su coalición de Gobierno y en su ámbito personal rodeado de acusaciones de corrupción. Ambos necesitaban un golpe de efecto que cambiara el curso de los acontecimientos. El primero no lo consiguió y terminó sus días en un bunker. Sanchez organizó un congreso con algunos miles de figurantes menos que el alemán, pero tan juntos física, ideológica y emocionalmente como aquel.
Antes, los Congresos socialistas debatían ponencias, votaban resoluciones, negociaban programas y elegían direcciones de consenso. Hoy se han convertido en espectáculos mediáticos con souvenirs y ludotecas para militantes y familia. La consigna ha reemplazado a las ideas, la emoción ha sustituido a la reflexión, la aclamación a las votaciones y la exaltación y adoración al líder, a su elección por sufragio.
En el Congreso de Sevilla no hubo debate. Los disidentes se ausentaron y no dieron la cara. La única representante de lo que se ha venido en llamar Izquierda Socialista apenas intervino para pedir permiso para intervenir en un patético montaje que dejaba en el más absoluto de los ridículos cualquier intento de discrepar.
Las emociones se gestionaron en un cronograma de música, discursos, entradas triunfales y apoteosis final. Nadie osó mentar el tema de la corrupción. Ya se sabe, un bulo de jueces, periodistas y partidos de la oposición. A punto estuvieron de calificar de bulo el asunto de los EREs de Andalucía, cuyos máximos responsables formaron parte del decorado reivindicativo de las viejas glorias. Quien esperaba un punto de autocrítica, aguardó en vano. La entrada de Begoña, la mujer del líder, fue otro momento culmen, abrazos, gritos de apoyo, selfies, y al terminar el paseo, piquito con Pedro el amoroso.
Franco no podía faltar al evento. Tal como cuenta Daniel Ramirez en El Español, su imagen proyectada en una gran pantalla enardeció a la parroquia que se prodigó en insultos, silbidos y demás muestras de reprobación que se tornaron en jubilo enardecido cuando apareció Rodríguez Zapatero haciendo de telonero del líder Pedro Sanchez. El akelarre emocional terminó cantando todos juntos, puño en alto, la Internacional. El fan del Falcon cantando a los parias de la tierra y reivindicando la puesta en pie de la famélica legión.
Si nos atenemos al tono de los discursos no dejan de aparecer rimas. El enemigo común, la victimización, la necesidad de una respuesta contundente, la retórica de unidad, la ideas simples para que nadie se quede sin entenderlas. Goebbles decía que la propaganda debía reducir las ideas a una lucha entre el bien y el mal.
El discurso de Sánchez, que puso el broche del Congreso, fue deudor de la teoría de la propaganda Goebbeliana, uno de cuyos preceptos es atribuir al enemigo los defectos propios. Sánchez dijo aquello de que “hay que defender la verdad ante tanta mentira” o que su gobierno y su partido están limpios, y lo dijo sin ruborizarse, junto a Chaves y Griñán.
No sabemos si a los participantes los efectos del chute de adrenalina les duraba alguna hora después de la salida del Congreso, cuando se tuvieron que enfrentar de nuevo a la cruda realidad de la calle y a la penosa imagen de exaltación de la corrupción que ha dejado tras de si el cónclave sevillano.
A Hitler le separaron 21 meses desde que Goebbels pronunció su famoso discurso de la Guerra Total, hasta que se suicidó en el bunker de la Cancillería del Reich. No sabemos el tiempo que le quedará a Sánchez en la presidencia del Gobierno, lo que sí sabemos es que a pesar de las sonrisas forzadas y la algarabía impostada, el Congreso de Sevilla ha proyectado la misma imagen de obstinada desesperación que el conclave nazi en el Palacio de Deportes en el Berlín de 1942.
José Ramón Ganuza fue militante del PSOE (cuando ni existía el PSN).
Imagen a partir de foto Rob Griffin vía Unsplash.